jueves, 19 de mayo de 2016

EL COLLADO DEL CABRÓN Y OTRAS DELICIAS MANZANEREÑAS





Pues si señor, Adri, Julián, María, Agustín, Moha, Miguel, Rafa y Jose, nos adentramos en pedirceros parajes para subir al Collado del Cabrón, suponemos que en conmemoración del macho de la cabra hispana, y no de otras acepciones, menos amables del término.
Podéis ver que Miguel y Agustín toman la alternativa en el grupo, son, por así decir, sendericantanos, si se nos permite la licencia litúrgica (para los menos avezados, hay que recordar que se denomina misacantano al sacerdote que canta misa por primera vez).


Quizá note el habitual lector de este blog un exceso de letra, lo cual se explica por la escasez de fotos, lo cual se explica porque, tan ocupados estábamos disfrutando del paseo, que casi no nos molestamos en levantar testimonio gráfico del día.
Empecemos diciendo que la jornada fue madrugadora, pues cogimos el bus a las 8:30 en el intercambiador de Plaza de Castilla, madrugón que se cobró alguna víctima.



Y llegamos a Manzanares, podéis creerlo, poco más tarde de las nueve, con el propósito de coger allí un bus que nos dejara en Canto Cochino, incio de la ruta. Un chasco, oye, porque (¡viva la coordinación!) el bus no salía hasta las 10:30. Así que optamos, primero por ir a cogerlo a la entrada del parque y, luego, por dejar plaza a caminantes más necesitados y, pasito a pasito, ir caminando hasta el susodicho punto, arranque de la ruta propiamente dicha. 
Poco antes de llegar, nos detuvimos ante un artefacto que nos indica las cumbres que nos rodean; mientras Adri posa con María, Moha intenta descifrar los arcanos del esmarfone. Cosas de la modernidad.


Cruzamos el manzanres, 




Aquí impetuoso y limpio


 Y tomamos el sendero denominado "autopista de La Pedriza"
Como es bien sabido, tan transitado camino, conduce al refugio Giner de los Ríos, en cuyas inmediaciones, en una bucólica pradera, nos paramos para la primera colación de la jornada y en la que asistimos a no menos bucolicas imágenes. Aquí Julián, aquí una amistad que he trabao en el monte.



Adri se suma al dúo. Amigos para siempre.

Y como amezaba lluvia, retomamos camino,





Aunque no haya fotos, quede dicho que subimos al collado y bajamos por la otra ladera hasta encontrarnos nuevamente con el río Manzanares y volver a Canto Cochino, con la esperanza de que el bus, propicio, nos acercara hasta el pueblo, m, se ve que noe era nuestro día, o esperábamos dos horas y media o volvíamos andando. Esperastéis ¿no? dirán algunos, Pues no. Con un poco de energía en las piernas, y a falta de cartas, parchís, monopoly o similar, decidimos continuar a la vera del río, modo infalible de llegar a Manzanares donde, este sí puntual, el bus nos devolvió a Madrid,






lunes, 16 de mayo de 2016

LOS MOLINOS DEL RÍO PERALES EN NAVALAGAMELLA


Sea porque a fuerza de repetir el nombre le hemos cogido cariño a este pueblo, sea porque desentumecer los músculos en un bonito paseo,... sea porque la excursión prevista (Peña Cítores era inviable por la nieve, volvimos Navalagamella, como queda claro en el cartel, del que toman posesión Rafa, Moha, Bernar, Adri, Maria Julián, Manuel, y Marco que, junto a Jose, fuerons los senderaistas del día.

Pero no piense el eventual lector de este blog que, como algunos turistas y domingueros acostumbran, no hicimos la visita de fot y aperitivo; al contrario, nos fuimos en busca del río, primero a través de este parque en donde ¡cómo no! nos encontramos una  ¡GAMELLA!, muestra elocuente de la cantería local.


 María y Adri estudian en detallae el artilugio, sabe dios con qué propósitos.
Mientras el resto del grupo se conforma con verla en la distancia, vamos, que nos fiamos del informe de Adri y María. 


Después del parque, un sendero cómodo y bien marcado nos hace descender hacia el río, inicio propiamente de la ruta. 





 Aquí aún íbamos agrupados, dicharacheros, difrutando de un día que por momentos amenazaba pero que, finalmente, fue piadoso con nosotros.
Y aquí vemos a Moha, estudioso él memorizando la ruta, no fueramos a perdernos
 Iniciamos un ascenso, cómodo a la par que hermoso, ya que las últimas lluvias se dejan sentir y el campo, siempre tan cumplidor, lo agradece.

 ¿Por qué hay sendero y no sendraistas? Pues verás, no sabemos si es que habían quedado, que el hambre acuciaba o qué, el caso es que la mayoría del grupo se lanzó ladera arriba.
 Hasta que una acomodatica mesa de picnic apareció en un recodo del camino y los sendraistas, en plan "ya que estamos" hicieron correr las primeras viandas del día.




Con algo menos de peso en los macutos (peso que, gustosamente, se trasladó a los estómagos) continuamos el camino, en el que empezaban a asomar las primeras flores de la jara.

 Ascendemos ahora por una pista, también bastante cómoda,













que nos lleva al punto más alto de la excursión


 Desde ese punto empezamos a perder altura hasta encontrarnos con el río Perales, más caudaloso que en nuestra anterior visita.





El camino es ahora un sendero que transcurre paralelo al río y el grupo vuelve a dispersarse, cada cual con sus cuitas, fotos y conversaciones.



Nuevo agrupamiento para descansar y tomar el sol, que ya lo veníamos echando en falta.



Y vuelta al camino, hasta que

Una nueva mesa de picnic (qué fino esto del picnic, oye), nos sugirió una nueva parada



Aunque hay quien prefiere solazarse al sol en una roca, que sobre gustos no hay nada escrito, al menos nada definitivo

Después de la comida y el subsiguiente reposo, afrontamos el último tramo de la senda


Ahora un poco más abrupta

Siempre al lado del río




Que nos devuelve al punto de inicio, desde donde tenemos que remontar y lo que era una suave bajada es ahora una subida un poco más costosa, pero sin exagerar.



Ya que en la susodicha subida hicimos amistades que nos miran desde el otro lado de la verja, entre incrédulas y asustadas
Culminamos la subida con una última parada en este pinar frondoso

Antes de dar con nuestros huesos en la parada del autobús que habría de devolvernos a Moncloa















Aunque, también aquí, cada cual espera en la posición y lugar que mejor le cuadra.











Y llegó el bus y volvimos a Madrid, quedando citados para la próxima, siempre con nuestros mejores propósitos de senderaistas.






domingo, 3 de abril de 2016

Cascadeando por Hoyo del Manzanares

Oh, no... Os habéis dado cuenta, ¿verdad? Teníamos una salida programada para dos semanas antes pero no hay testimonios gráficos... porque... ¡no hubo salida! Se anunciaban lluvias y tuvimos que cancelarla. Sin embargo, esta vez —que también parecía que Maldonado nos confirmaba el chaparrón— quisimos arriesgarnos. Así, unos cuantos sendeRAIStas valientes se dispusieron a hacer camino hacia Hoyo del Manzanares. ¡Aquí los tenéis!


Como iba diciendo, llegamos a Hoyo y en seguida encontramos la senda de nuestra ruta hacia la cascada. El inicio de la ruta estaba asegurado gracias al GPS particular de Cristina (también conocido como PPS, es decir: «el papel ese»).



 







Entre jaras, encinas y romeros andaba la cosa, y, junto con la cosa, los sendeRAIStas.


La senda era tan tranquila que nos sobró tiempo para hacernos alguna fotillo con el paisaje.


Y, si no, que se lo digan Adri en la siguiente foto...

En seguidita llegamos a la cascada y, aunque era pronto, ya sabéis que los sendeRAIStas necesitamos cubrir nuestras necesidades materiales, por muy pequeñas que sean. Así que, mientras unos nos pusimos a picotear un poquitillo sentados con calma en piedras y bancos que había por allí, otros —concretamente Julián y Marco— se dedicaron a la ardua tarea de conseguir agua de la cascada... Vamos, lo que viene siendo «hacer el cabra».




Y, bueno, vale, sí. También teníamos la excusa perfecta para hacernos fotos como buenos domingueros. ¡Aquí están Julián, Marta y Adri!



Como el camino se nos había hecho corto y eso de volver a casa no estaba en nuestro pensamiento decidimos modificar la ruta —así es, todo apuntaba a que, si no nos perdíamos al comienzo, entonces necesariamente debíamos hacerlo al final— y nos encaminamos rumbo a no sabemos muy bien dónde.Todo esto, claro está, mientras nos caía alguna gotilla de vez en cuando. Si no me creéis, podéis observar a Julián con chubasquero (y con una extraña chepa...).


Por el camino nos topamos con una carrera y, gracias a eso, nos enteramos de que estabamos dirigiéndonos hacia Collado Villalba...


Anduvimos tranquilamente y entonces llegamos al pue... ¡Un momento! Pero, ¿eso qué es?




Pues sí, vimos un avestruz, y os aseguro que estaba muerto de hambre, o al menos eso pudimos intuir cuando Julián sacó su pan y alimentó a la pobre criatura con algunas migajas.


Un pan, por cierto, que parecía delicioso. Tan delicioso, pero tan tan tan delicioso, que los sendeRAIStas tuvimos que poner el brazo en posición avestrucial y picoteamos también de ese trigo horneado... ¡Mirad que pedazo de gochos!







Tras la paradita de rigor para llenar el buche, continuamos nuestro camino —cómo no— improvisando un poco la ruta.

¿Que hay un camino a la iquierda? ¡Pues nos metemos!

¿Que hay que elegir entre cuesta arriba y cuesta abajo? ¡Pues ya me dirás!





Así, casi sin perdernos, llegamos a Collado Villalba para coger un bus que nos llevara de vuelta a Madrid. Hasta la próxima caminata.