domingo, 22 de noviembre de 2015

LOS MIRADORES DE CERCEDILLA


Se nos podrá criticar de recalcitrantes e insistentes, pero este domingo 15 volvimos a dirigir nuestros pasos a Cerdecilla, e inauguramos la crónica de la excursión con una foto del grupo, hoy asaz numeroso.
De izquierda a derecha, Maribel, Isa, Alejandra, Antonio, Marta, Moha, Jose, Silvia y Alicia

Esta vez iniciando el camino desde la misma parada del autobús donde semanas  antes lo tomáramos hacia Madrid; gesto triunfal y sonrisas elocuentes nos indican queel primer escollo del día queda atrás y hemos sobrevivido al viaje en autobús.



¿Repetitivos? ¿Recalcitrantes? ¡Qué va! El valle de la Fuenfría nunca cansa y nunca se acaba de descubrir del todo. Así, aún antes de salir de Cercedilla empezamos a gozar del precioso paisaje otoñal, envuelto, además, en un precioso día. Claro, que si el fotochó nos hubiera ayudado con la parte baja de la foto, quedaría más propio. Pero en fin.


 Llegar a las entrañas del valle exige, qué se le va a hacer, un recorrido previo por las calles de Cercedilla,...
 Y por la carretera de acceso, recorrido que por momentos se hace cansino y largo.
Mas perserveramos como es nuestra costumbre y, finalmente, llegamos a una senda fuera del alcance de  coches y vehículos motorizados en general,...

...Iniciamos una suave pendiente que nos iba adentrando en el valle (cabe decir que el adjetivo suave no gozaba de consenso entre los senderaistas; acaso con las articulaciones sin poner a punto y los bronquios ahítos del mal aire de Madrid y de pócimas igualmente dañinas, aquí empezaron las primeras fatigas)...


Hasta que llegamos al Puente de del Descalazo que, no os lo perdáis, data de los tiempos de Felipe V y nada tiene que ver con nuestros colegas los romanos. Pues sepan los más despistados que estamos al pié de la calzada romana por la que descendimos semanas antes. Volviendo al puente, no se tienen noticias sobre los motivos que inspiraron la toponimia, acaso porque tras su construcción dejó de ser preciso descalzarse para cruzar el arroyo. Pero detengamos la imaginación a abramos la puerta a quien posea información al respecto y quiera compartirla con nosotros.


 Calzados y bien calzados, iniciamos la subida por la Vereda de Enmedio (¿será porque está en el medio del bosque?), leve al principio, pero cada vez más acusada, provocando parones para coger resuello. Y porque, a fin de cuentas, nadie nos persigue ni nos pide cuentas como para tener que ir a uña de caballo.



 Llegamos a entroncar con la llamada Carretera de la República, donde la pendiente, aunque continua, se suaviza de manera notable. Y así cada cual a su ritmo el grupo se dispersa. Digo yo, que si el grupo sigue en esta progresión y los sendairistas seguimos aunentando en número, no estaría mal proveerse de un gualquitalqui. Así, en plan "aquí zorro blanco, me recibes águila calva, ¿me recibes?" "afirmativo, zorro blanco". Y en este plan.



Llegamos, finalmente a la meta propuesta para la jornada, y así de guapos nos pusimos para competir con el paisaje que se abría a nuestros ojos. Siete Picos y el Montón de Trigo (acaso objetivos futuros) sirven de marco a nuestra foto de grupo.

 

Y tras el objetivo, la obligada pausa para comer, cada cual a su estilo: Marta experta en bocadillo de campaña.

 Antonio distribuyendo golosinas.

Moha, cual felino en la sabana comiendo separado del grupo.

Después de comer, entre chanzas y cotorreos, los senderaistas fuimos entrando en modo descanso, no sé si merecido, como reza el tópico, pero desde luego bien aprovechado.





Aunque, como en todo, hay grados, y aquí vemos a Maribel en nivel experto. Vamos, foto para tranquilizar a una madre, que la niña me duerme muy bien la siesta.



Mas todo lo bueno se acaba (aquello de lo bueno si breve es bastante discutible) y hubimos de emprender el regreso. Y cuesta abajo, la verdad es que se circula con más brío.




Entre desfile de Cibeles o entradilla de los hombres de Paco. No queda claro



 Cada cual a su ritmo, Alejandra se qeda prendada del paisaje otoñal

 Hasta que volvimos al asfalto y, ahora así, a galope tendido para llegar al bus
 Agotados por el último sofoco, llegamos a tiempo de reposar y compartir los últimos sucedidos, entre ellos la caza, por parte de Alicia, de un ejemplar de incierta especie.


Y purificados como veníamos por el noble aire serrano, vinimos a sumergirnos en los procelosos vapores de Madrid, bien visibles a medida que nos acercábamos a Moncloa, nuevamente punto final de la excursión







martes, 17 de noviembre de 2015

Camino Schmid

Ruta conocida y hollada por todo montañero o aprendiz de de tal que se precie, el Camino Schmid permite dar un cómodo paseo desde Navacerrada hasta Cercedilla. 
Digamos para los curiosos, que se trata del primer camino señalizado en la sierra, y que lo fue por un suizo de culo inquieto, Eduard Schmid, que ignoramos en qué circunstancias, dio con sus huesos en la sierra del Guadarrama, haciéndose socio de la Real Sociedas Española de Alpinismo de Peñalara. 
Y allá que nos fuimos, emulando éste y otros pioneros,  Mª Ángeles Marta (nueva y bienvenida al grupo) Julián y Jose.
Aquí tenemos a los cuatro, aunque a Jose sólo se le intuye detrás de la cámara.



Y aquí deshaciendo el posado y captados en acrobática posición, no exenta de riesgo



Mientras avanzamos por la umbría de siete picos, no nos resistimos a mirar atrás, para ver la Peña Cítores (meta próxima de los senderaistas) y la cima de Peñalara que quizá nos planteemos cuando nuestros cuerpos y, sobre todo nuestros espíritus, estén en mejor forma.
 
En el paseo realizamos importantes hallazgos.
Setas.




El lecho seco de un arroyo



Más setas




Y un gnomo del bosque. ¡Ah no! es Julían genuflexo en observadora pose para captar mejor  los matices del pedazo de amanita que se ha topado.




Seguimos nuestra labor exploratoria



Si bien Marta ya estaba un poco harta de las dichosas setas. Aunque en otoño y en el bosque, tampoco vamos a encontrar una ración de boquerones, aunque es una idea.



Pasado el puerto de la Fuenfría en donde descansamos un rato, pero solo un rato: espoleados por el clásico viento de la sierra (de quien se dice que no apaga un candil pero mata a una vieja) emprendimos el descenso por la calzada romana, que hay que ver como me la tienen (claro, que después de 20 siglos,...)



Y así, pian pianito, continuamos el descenso, acaso recordando o suponiendo como sería por aquí el trasiego entre Titulcia y Segovia, o en tiempos más recientes, las cuitas de cada peregrino que elige este Camino para llegarse a Compostela. 



Hasta encontrar a ¡la araña más fotografiada de la historia! Queden avisados por la presente los responsables jurídicos de RAIS: no sería raro recibir una demanda de derechos de imagen.




Después de despedirnos cortésmente del pintón insecto,continuamos nuestro descenso hasta llegar a la Pradera de los Corralitos; allí, al cobijo de un panel de madera que informa o confunde (no nos quedó claro) sobre los itinerarios de la zona, nos sentamos a comer.

No de forma copiosa, pero si variada y, sobre todo, con el hambre azuzada por el camino, lo cual hizo que el trámite se despachara con prontitud.



Y no hubo más, que no fue poco, continuamos hasta Cercedilla desde donde el autobús no llevó a Moncloa y nos despedimos hasta la próxima, a la que estáis invitados.