martes, 25 de noviembre de 2014

LOS MOLINOS DEL RÍO PERALES

¿Qué donde fuimos el domingo 2 de Noviembre? Pepa, Dácil, Joe, Moha Tito y Jose pasamos un rato hasta aprender a decir el nombre.

¿Verdad que queda claro?
Pues sepa el eventual lector de este blog, que toponimia tan enrevesada tiene su explicación. Se forma juntado los vocablos "Nava" para designar lugares en los que predomina la pradería y está desprovisto de árboles y "Gamella", artilugio para dar de comer y beber a los animales. Tal que este que podemos ver en la foto digital.
 Buscábamos el inicio de la ruta que empezaba en una plaza en la que destaca un arco de medio punto, pero no dábamos con el susodicho arco.
 Así que decidimos darla por iniciada en este parque, seguro que dedicado al arte local de las artesas, gamellas o lo que sea.


 Un poco más adelante encontramos restos bastante bien conservados de un búnker de la guerra civil, como podéis ver en la foto, también digitalizada.

Después de caminar por una pradería, encontramos este cartel que, que queréis que os diga, suscitón cierta alarma.Así que impulsados por la curiosidad echamos un vistazo tras la valla.



Y comprobamos que, o mucho ha cambiado la especie o el cartel no se refería a este tranquilo asno o borrico, como más gustéis.

Por si acaso, Joe ensaya un cite para entrar a poner banderillas; Tito, más prudente parece dispuesto a poner tierra de por medio.


 Al final, no fue necesario ni lo uno ni lo otro.
A cada paso topábamos con setas de diversas formas y tamaños, con la consiguiente discusión de si se pueden comer o no. La sentencia final en la que estuvimos de acuerdo, es que las setas se pueden comer todas; lo que pasa es que algunas sólo se pueden comer una vez. Total,que no habiendo micólogos de reputada condición, dejamos las setas donde estaban.

Y por fin, tras algo más de un kilómetro desde la parada de autobús, kilómetro recorrido con notable tranquilidad de cuerpo y  espíritu, encontramos el inicio de la ruta propiamente dicha, que Dácil se traía muy bien sabida, y por si acaso con apuntes y todo.

 La Chuleta de Dácil nos hablaba de un arroyo, pero Joe y Tito no lo encuentran.
 Lógico: estaba seco,

Así que remontamos el presunto arroyo y aquí nos detuvimos a escuchar una interesante disertación de Joe sobre las hojas del enebro y su adaptación a las inclemencias del invierno. Como veis, Dácil no se despega de sus apuntes.




 Se ve que en otra época del año sí que hay agua en el cauce. De muestra ese puente que, intrépidos, cruzan Moha y Tito.

Moha se pregunta algo, no sabemos el qué. 

Aquí ya hemos abandonado el cauce del arroyo y nos encontramos esta vista a la que, creednos, la foto no hace justicia.
Bajando esa pista llegamos al río Perales que tampoco anda muy sobrado de agua.

Continuamos con la susodicha tranquilidad de cuerpo y espíritu, en esta parte acentuadas por la belleza del paisaje y lo mullido del suelo que pisamos.

Las huellas  del jabalí, nos informa que bajo la pradería, algo bueno se esconde (o se escondía)


 Seguimos ahora el cauce descendente del río Perales, que nos brinda bonitas vistas.


Pero de repente, el camino empieza  a ganar altura y el río aparece ahora al fondo de los acantilados.


Y en lo alto, un tubo de conducción de agua, ante el cual Joe y Tito no se resistieron a hacer un poco el cabra.


¿Quién sujeta a quién?


El camino desciende de nuevo hacia el cauce del río.


Por momentos se estrecha,...

Y ¡por fin encontramos restos de los molinos!

Tito y Joe se preguntaban si se podría ir al otro lado del puente y aplicamos la doctrina de la seta (ir podéis, volver ya no está tan claro) así que se sentaron un rato.


Y esta es la estructura vista dese abajo; aquí nos sentamos a comer. No es que la distancia recorrida o  el ritmo del caminar nos tuviese agotados, pero sentarse un rato a matar el gusanillo, siempre apetece.

Continuamos el camino,...



Charlando, sin prisa,...
Más setas, ahora ya en el camino de vuelta al pueblo.

En donde Moha quiso decir aquello de "sí, yo estuve en Navalagamella (y hasta casi soy capaz de decirlo)"

También encontramos una invitación a nueva ruta, que aquí dejamos para que no se nos olvide.

¿Os acordáis del arco de medio punto que marcaba la Ruta? Después de una búsqueda intensa ¡¡lo encontramos!! y aquí damos fe de tan feliz hallazgo.






lunes, 24 de noviembre de 2014

Paseíto por la Casa de Campo



Parecía que el tiempo no nos iba a acompañar, por lo que decidimos hacer una ruta tranquilita por la Casa de Campo, para evitar siniestras tempestades en la sierra de Madrid. Y, además de  hacernos muy buen día, esta zona nos dio gratas sorpresas porque recorrimos unos lugares en los que no habíamos estado nunca ¡y tenían unas vistas maravillosas!

¡Aquí están los sendeRAIStas!





















El comienzo de la ruta fue dirigido por Jose, que es el que más conoce la Casa de Campo. 


Pero después 

de un pequeño descanso 

comenzamos un camino, 

desconocido para todos nosotros, 

hacia el famoso lago 

de la Casa de Campo.











Fuimos intuyendo el recorrido y por el camino nos encontramos con unos cuantos miradores preciosos donde podíamos ver la arquitectónica de la ciudad de Madrid.














No, esto no podía quedar así. No todo podía ser perfecto. Algunos de los senderos que tomamos estaban un tanto embarrados. ¡Y no os podéis ni imaginar cómo acabaron nuestros zapatos!

...

Un momento, ¡sí que podéis! ¡¡Porque tenemos fotos!! Mirad cómo nos quitamos el barro. 









 Un palo, un trozo de rama, una piedra o incluso un árbol entero. Nada era lo suficientemente efectivo como para poder quitarse esos kilos de barro que todos habíamos acumulado en nuestra suela...


Volviendo a eso del "camino apacible y alegre". Nos hizo un día sorprendentemente bueno, así que seguimos andando hasta llegar al lago, donde tuvimos que hacer una visita obligatoria al plátano gordo... ¡Y aquí estamos!




Finalizada la ruta, no puedo sino dejaros una foto de los sendeRAIStas que estuvimos disfrutando de un bonito día en uno de los parques que nos quedan en la ciudad de Madrid.

¡Hasta siempre!