Pues si señor, Adri, Julián, María, Agustín, Moha, Miguel, Rafa y Jose, nos adentramos en pedirceros parajes para subir al Collado del Cabrón, suponemos que en conmemoración del macho de la cabra hispana, y no de otras acepciones, menos amables del término.
Podéis ver que Miguel y Agustín toman la alternativa en el grupo, son, por así decir, sendericantanos, si se nos permite la licencia litúrgica (para los menos avezados, hay que recordar que se denomina misacantano al sacerdote que canta misa por primera vez).
Quizá note el habitual lector de este blog un exceso de letra, lo cual se explica por la escasez de fotos, lo cual se explica porque, tan ocupados estábamos disfrutando del paseo, que casi no nos molestamos en levantar testimonio gráfico del día.
Empecemos diciendo que la jornada fue madrugadora, pues cogimos el bus a las 8:30 en el intercambiador de Plaza de Castilla, madrugón que se cobró alguna víctima.
Y llegamos a Manzanares, podéis creerlo, poco más tarde de las nueve, con el propósito de coger allí un bus que nos dejara en Canto Cochino, incio de la ruta. Un chasco, oye, porque (¡viva la coordinación!) el bus no salía hasta las 10:30. Así que optamos, primero por ir a cogerlo a la entrada del parque y, luego, por dejar plaza a caminantes más necesitados y, pasito a pasito, ir caminando hasta el susodicho punto, arranque de la ruta propiamente dicha.
Poco antes de llegar, nos detuvimos ante un artefacto que nos indica las cumbres que nos rodean; mientras Adri posa con María, Moha intenta descifrar los arcanos del esmarfone. Cosas de la modernidad.
Cruzamos el manzanres,
Aquí impetuoso y limpio
Y tomamos el sendero denominado "autopista de La Pedriza"
Como es bien sabido, tan transitado camino, conduce al refugio Giner de los Ríos, en cuyas inmediaciones, en una bucólica pradera, nos paramos para la primera colación de la jornada y en la que asistimos a no menos bucolicas imágenes. Aquí Julián, aquí una amistad que he trabao en el monte.





Adri se suma al dúo. Amigos para siempre.
Y como amezaba lluvia, retomamos camino,
Aunque no haya fotos, quede dicho que subimos al collado y bajamos por la otra ladera hasta encontrarnos nuevamente con el río Manzanares y volver a Canto Cochino, con la esperanza de que el bus, propicio, nos acercara hasta el pueblo, m, se ve que noe era nuestro día, o esperábamos dos horas y media o volvíamos andando. Esperastéis ¿no? dirán algunos, Pues no. Con un poco de energía en las piernas, y a falta de cartas, parchís, monopoly o similar, decidimos continuar a la vera del río, modo infalible de llegar a Manzanares donde, este sí puntual, el bus nos devolvió a Madrid,










