Como iba diciendo, llegamos a Hoyo y en seguida encontramos la senda de nuestra ruta hacia la cascada. El inicio de la ruta estaba asegurado gracias al GPS particular de Cristina (también conocido como PPS, es decir: «el papel ese»).
Entre jaras, encinas y romeros andaba la cosa, y, junto con la cosa, los sendeRAIStas.
La senda era tan tranquila que nos sobró tiempo para hacernos alguna fotillo con el paisaje.
Y, si no, que se lo digan Adri en la siguiente foto...
En seguidita llegamos a la cascada y, aunque era pronto, ya sabéis que los sendeRAIStas necesitamos cubrir nuestras necesidades materiales, por muy pequeñas que sean. Así que, mientras unos nos pusimos a picotear un poquitillo sentados con calma en piedras y bancos que había por allí, otros —concretamente Julián y Marco— se dedicaron a la ardua tarea de conseguir agua de la cascada... Vamos, lo que viene siendo «hacer el cabra».
Y, bueno, vale, sí. También teníamos la excusa perfecta para hacernos fotos como buenos domingueros. ¡Aquí están Julián, Marta y Adri!
Por el camino nos topamos con una carrera y, gracias a eso, nos enteramos de que estabamos dirigiéndonos hacia Collado Villalba...
Anduvimos tranquilamente y entonces llegamos al pue... ¡Un momento! Pero, ¿eso qué es?
Pues sí, vimos un avestruz, y os aseguro que estaba muerto de hambre, o al menos eso pudimos intuir cuando Julián sacó su pan y alimentó a la pobre criatura con algunas migajas.
Un pan, por cierto, que parecía delicioso. Tan delicioso, pero tan tan tan delicioso, que los sendeRAIStas tuvimos que poner el brazo en posición avestrucial y picoteamos también de ese trigo horneado... ¡Mirad que pedazo de gochos!
¿Que hay un camino a la iquierda? ¡Pues nos metemos!
¿Que hay que elegir entre cuesta arriba y cuesta abajo? ¡Pues ya me dirás!
Así, casi sin perdernos, llegamos a Collado Villalba para coger un bus que nos llevara de vuelta a Madrid. Hasta la próxima caminata.

