sábado, 5 de diciembre de 2015

Recuerdos del pasado; recorridos de la guerra civil



Así es; el domingo 29 de noviembre, el grupo de sendairistas, formado pa ra la ocasión por Cris, Mª Ángeles, Alejandra, Isa, Pepe, Jose, Moha, Marta C, y Marta L. visitó la casa de campo, dispuestos a descubrir alguno de los abundantes restos que la guerra dejó en este bosque parque.


No. Nos hemos bajado de ese camión, Quedamos en un lugar tan madrileño como "la boca del metro" (en este caso Colonia Jardín) y recorrimos los primeros metros de la excursión por la acera. Muy educados y cívicos.

Y al poco de entrar en la casa de campo, topamos con el puente de la culebra, obra de Sabatini (el mismo arquitecto que diseñó  los jardines que llevan su nombre a espaldas del palacio real). Aunque hay que advertir al eventual lector de este blog, que, la balaustrada de dicho puente (cuya forma sinuosa le da nombre) fue destruida durante la guerra (acaso al grito de "¿quién dijo que el camión no pasaba por aquí?") pues nos encontramos en la ruta por la que se aprovisionaba el frente.


Así nos lo muestran nuestros siguientes hallazgos: restos de antiguos polvorines.


Y Cris jugando a los comandos.

Continuamos, ordenados y parlanchines, a la vera del arroyo Meaques

Disfrutando de una mañana espléndida que realzaba aún más el otoñal paisaje (esta ha quedado un poco del NODO, pero como estamos reocordando la guerra, no queda mal del todo),...



Llegamos a la Ermita de San Pedro, colindante al zoo, que fue erigida siendo alcalde Don Jose Finat y Escriva de Romaní,(toma ya) conde de Mayalde, de quien volve a hablar mas abajo 


Lo sabemos más que nada por la placa que hay en la parte de atrás, y que leemos con artención. Pero no le hicimos foto. 

Pasamos el zoo y llegamos al parque conocido por los vecinos de la zona, como Parque de Tubo. A ver si adivináis porqué.


Y unas por otras, que si sí. que si no, !Ala¡ a tirarse por el susodiccho.






Si es que son como niñas. ¿Habéis echado cuenta de que falta alguien? En efecto; Pepe y Jose, personas provectas, optaro por no despegar los pies del suelo y no someter el culo a frcciones innecesarias.

Continuamos nuestro paseo a lo quel puede verse, el día invitaba, desmintiendo al poeta "mientras por competir con tu cabello/oro bruñido/ el sol relumbra en vano", pues vaya que si relumbraba el sol.


Que conste que la foto no hace justicia al paisaje.

Nuestro pase llega al primero de los hitos objero del día: el monumento al Sagrado Corazón, mandado eregir por el mismo señor de antes (no vamos a repetir su gracia) y que aqui aparece decapitado, sin que en ello deba buscarse malicia o ánimo sacrílego, como lo ponen de manifiesto las dos fotos siguintes



Digamos, para íncolas madrileños, visitantes en potencia y público en general, que la erección de este monumento obedece al deseo del promotor de dar gracias por su milagrosa salvación durante la guerra, pues dicen las crónicas que siendo alférez de la batería de artillería que desde ese lugar bombardeaba Madrid, les vino encima un obús que, según una, versión no explotó y,según otra mató a todos menos al señor conde (siendo entonces a nuestro entender, un milagro de corto alcance). En todo caso, ahí está el monumento, rodeado por unos jardines, parece ser que atendidos cuidados de forma voluntaria por devotos, nostálgicos, amantes de la naturaleza o vaya usted a saber.

Abnadonamos rincón tan recoleto, buscando ya un lugar en el que deteternos a comer.


Y encontramos uno bien soleado, donde Mª Ángeles y Marta L. nos ilustraron, según su costumbre sobre el arte de hacer bocatas en el campo. Cris parece asombrada, pero lo que hace es indicar el peazo trozo cacho queso que está sacando. Isa, muy cuqui, trajo almendras manufacturadas por su abuela. Moha, en esta ocasión, no se retira como depredador desconfiado y  comparte mesa y viandas con el grupo.

Después de un rato haciendo buscando el sol como los lagartos, nos pusimos en marcha 


Pegados a la vulgarmente conocida como valla de la casa de campo, pero que Alejandra deteminó, doctamente, que más que valla es un Muro Perimetral

 Y muro perimetral va, muro perimetral viene seguimos caminando



Nuestros pasos nos llevaron al Cerro Covatillas, conocido como Mortirolo, como reconocimiento a su pendiente.
No es para tanto, dicen Moha y Marta.






Descendemos del cerro para afrontar la úlima parte de la excursión que nos lleva a pasar este puente por encima del tren de cercanías, ofreciendo una bella panorámica de la ciudad.

La proximidad de las vías provoca cierta inquietud en el grupo. ¿vamos a coger el tren? ¿tenemos que dar la vuelta?

 Ya sabemos quienes somos y de donde venimos, pero ¿adonde vamos?
 La inquietud, no obstante, fue breve, y llegamos al final de nuestro camino.

El lago de la Casa de Campo, en donde nos despedimos, no sin antes emplazarnos para una nueva salida.

domingo, 22 de noviembre de 2015

LOS MIRADORES DE CERCEDILLA


Se nos podrá criticar de recalcitrantes e insistentes, pero este domingo 15 volvimos a dirigir nuestros pasos a Cerdecilla, e inauguramos la crónica de la excursión con una foto del grupo, hoy asaz numeroso.
De izquierda a derecha, Maribel, Isa, Alejandra, Antonio, Marta, Moha, Jose, Silvia y Alicia

Esta vez iniciando el camino desde la misma parada del autobús donde semanas  antes lo tomáramos hacia Madrid; gesto triunfal y sonrisas elocuentes nos indican queel primer escollo del día queda atrás y hemos sobrevivido al viaje en autobús.



¿Repetitivos? ¿Recalcitrantes? ¡Qué va! El valle de la Fuenfría nunca cansa y nunca se acaba de descubrir del todo. Así, aún antes de salir de Cercedilla empezamos a gozar del precioso paisaje otoñal, envuelto, además, en un precioso día. Claro, que si el fotochó nos hubiera ayudado con la parte baja de la foto, quedaría más propio. Pero en fin.


 Llegar a las entrañas del valle exige, qué se le va a hacer, un recorrido previo por las calles de Cercedilla,...
 Y por la carretera de acceso, recorrido que por momentos se hace cansino y largo.
Mas perserveramos como es nuestra costumbre y, finalmente, llegamos a una senda fuera del alcance de  coches y vehículos motorizados en general,...

...Iniciamos una suave pendiente que nos iba adentrando en el valle (cabe decir que el adjetivo suave no gozaba de consenso entre los senderaistas; acaso con las articulaciones sin poner a punto y los bronquios ahítos del mal aire de Madrid y de pócimas igualmente dañinas, aquí empezaron las primeras fatigas)...


Hasta que llegamos al Puente de del Descalazo que, no os lo perdáis, data de los tiempos de Felipe V y nada tiene que ver con nuestros colegas los romanos. Pues sepan los más despistados que estamos al pié de la calzada romana por la que descendimos semanas antes. Volviendo al puente, no se tienen noticias sobre los motivos que inspiraron la toponimia, acaso porque tras su construcción dejó de ser preciso descalzarse para cruzar el arroyo. Pero detengamos la imaginación a abramos la puerta a quien posea información al respecto y quiera compartirla con nosotros.


 Calzados y bien calzados, iniciamos la subida por la Vereda de Enmedio (¿será porque está en el medio del bosque?), leve al principio, pero cada vez más acusada, provocando parones para coger resuello. Y porque, a fin de cuentas, nadie nos persigue ni nos pide cuentas como para tener que ir a uña de caballo.



 Llegamos a entroncar con la llamada Carretera de la República, donde la pendiente, aunque continua, se suaviza de manera notable. Y así cada cual a su ritmo el grupo se dispersa. Digo yo, que si el grupo sigue en esta progresión y los sendairistas seguimos aunentando en número, no estaría mal proveerse de un gualquitalqui. Así, en plan "aquí zorro blanco, me recibes águila calva, ¿me recibes?" "afirmativo, zorro blanco". Y en este plan.



Llegamos, finalmente a la meta propuesta para la jornada, y así de guapos nos pusimos para competir con el paisaje que se abría a nuestros ojos. Siete Picos y el Montón de Trigo (acaso objetivos futuros) sirven de marco a nuestra foto de grupo.

 

Y tras el objetivo, la obligada pausa para comer, cada cual a su estilo: Marta experta en bocadillo de campaña.

 Antonio distribuyendo golosinas.

Moha, cual felino en la sabana comiendo separado del grupo.

Después de comer, entre chanzas y cotorreos, los senderaistas fuimos entrando en modo descanso, no sé si merecido, como reza el tópico, pero desde luego bien aprovechado.





Aunque, como en todo, hay grados, y aquí vemos a Maribel en nivel experto. Vamos, foto para tranquilizar a una madre, que la niña me duerme muy bien la siesta.



Mas todo lo bueno se acaba (aquello de lo bueno si breve es bastante discutible) y hubimos de emprender el regreso. Y cuesta abajo, la verdad es que se circula con más brío.




Entre desfile de Cibeles o entradilla de los hombres de Paco. No queda claro



 Cada cual a su ritmo, Alejandra se qeda prendada del paisaje otoñal

 Hasta que volvimos al asfalto y, ahora así, a galope tendido para llegar al bus
 Agotados por el último sofoco, llegamos a tiempo de reposar y compartir los últimos sucedidos, entre ellos la caza, por parte de Alicia, de un ejemplar de incierta especie.


Y purificados como veníamos por el noble aire serrano, vinimos a sumergirnos en los procelosos vapores de Madrid, bien visibles a medida que nos acercábamos a Moncloa, nuevamente punto final de la excursión